Navidad… tenía preparado este post para cualquier otro día pero lo retomé ahora y me sorprende cómo tiene tanto que ver con el sentido de estas fechas y quizá con todo.
A veces siento que la vida cristiana es demasiado dura, porque muchas veces es bastante difícil creer en medio de las dificultades. Dar testimonio cuando el ambiente nos contraría tanto, ser luz cuando uno mismo la necesita, ser bueno cuando no encontramos razones.
Me da la sensación de que no puedo ser buen católico: la misa diaria no se me da, la novena de Navidad otra vez no la hice. Me confieso a veces de lo mismo, no me sale ayudar más en casa, convivo con los más necesitados solo en Semana Santa, no me han hecho esa entrevista que me prometieron para dar mi testimonio, etc.
Entre todas estas frustraciones podemos empezar a sentir que es imposible ser buenos, y peor ser santos. Y la frustración empieza a dejarse ver en que comenzamos a odiarnos, odiamos también a los demás porque o les tenemos envidia o quisiéramos que fueran más buenos… y con Dios: porque sentimos que nos ha puesto una trampa y jamás llegaremos al cielo.
Luego de pensar varios días, recordé que para algunos la Navidad es una fecha difícil. No porque como creyentes no nos sobren motivos para estar alegres, sino porque a veces los obstáculos, los errores, los fracasos, la ausencia de algún ser querido o las tristezas, no nos permiten experimentar el gozo del Nacimiento del Niño Jesús como debería ser.
Por eso con esta lista espero que puedas meditar, hacer a un lado la tristeza o el desánimo y pensar en que a pesar de las dificultades, Dios siempre nos sorprende con su ejemplo y con su amor.
No sé si logro darme a entender aquí, pero mientras más creemos en un Dios que nos pone la vara demasiado alta, más nos alejamos de encontrarnos con Él en nuestro camino. Dios no está en la montaña más alta, está en la persona que me dice «Todo va a estar bien».
Dios no está en los cielos esperando que lo alcance a tocar, está en la Tierra tocándome cada vez que alguien me mira, me abraza y me consuela. ¿Qué habrá sentido Jesús al decirle a su Pueblo «¿No recuerdan, misericordia quiero y no sacrificios?». ¡Dios mismo recordándonos eso!
Esta actitud decepcionaba a Jesús. No les pidió que fueran más exigentes y que le sumaran cinco mandamientos más a los 600 que ya los regían, en lugar de esto les revela: «¡Pobres de ustedes también, maestros de la Ley, porque imponen a los demás cargas insoportables, y ustedes ni siquiera las pueden cargar!».
San Ignacio en sus reglas de discernimiento identifica que: «A los que van de pecado en pecado: el maligno les insiste en ser muy livianos. Y a los que van de bien en mejor: el maligno les hace sentir que jamás es suficiente. Y les inspira metas tan altas que, al no poderlas cumplir, se desaniman del todo».
Tal vez es esto lo que no te permite sentirte del todo feliz esta Navidad, así que ánimo. Levántate, eleva la mirada hacia al cielo y recuerda que el que está pronto a nacer es el Rey de Reyes.
Esta Navidad, Jesús nos enseña más bien a mirar que en lo poco ya está Dios. ¿Qué nos dice de la viuda que da lo poco que tiene que es más que el rico y «justo» que da solo una parte? ¿Qué nos dice al elegir nacer en un pesebre y no en un palacio?
¿De qué nos serviría ser perfectos si dejáramos de confiar en la misericordia de Dios y más en nuestras fuerzas? ¿Y por qué nos habla de cinco panes y dos peces que al final se convierten en más de 1000 familias que se sacian?
Jesús viene a recordarnos que no es lo mucho ni lo extraordinario lo que revela que el Reino de Dios ha llegado, sino dejar lo poco que somos en sus manos. Dejar de tenerle miedo a nuestro barro frágil para decir esta Navidad: «¡Oh feliz la culpa que mereció tal Redentor!».
Esta Navidad elévale tu súplica a Dios, con la angustia, la duda o la incertidumbre que guardes en tu corazón. Ofrécelo todo y recuerda que no hay nadie que te ame más que Él.
¿Qué nos dice un Dios que nos habla de panes, de levadura, de semillas de mostaza y camellos? ¿A qué nos invita el Todopoderoso que llega al mundo como un bebé, como la persona más frágil e impotente?
No creemos merecerlo, pero ese es nuestro Dios. Que se rebaja cuando nosotros tanto queríamos elevarnos. «Digan al cobarde, ¡ánimo!, sean fuertes, no teman. Mirad a su Dios que viene en persona a salvarlos». ¡En persona! que fuertes palabras.
Viene a decirnos que no estamos solos en este camino, que no es Dios arriba y nosotros abajo, es Él caminando a nuestro lado lo que celebramos en Navidad.
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Publica: Coordinación de Presna y Comunicaciones Canal Cristovisión
Fuente: Catholik Link
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