Con la celebración del Domingo de Ramos los Cristianos Católicos iniciamos el último tramo que nos conducirá a la Pascua, a la resurrección del Señor, misterio central de nuestra fe. Comenzamos una semana caracterizada por muchas celebraciones, peregrinaciones y actividades religiosas, todas ellas cargadas de un profundo significado espiritual. Junto a éste espíritu de fe que se despierta en la Semana Santa, debemos aceptar que muchos no tienen claro qué es lo que realmente se celebra y que a muchos otros tampoco les interesa y utilizan este tiempo para vacacionar y alejarse de la rutina diaria.
Sin embargo, a nosotros, hombres y mujeres de fe, el Señor nos invita a dejar de lado la rutina diaria aprovechando este tiempo como una oportunidad para acercarnos al Señor y en familia, celebrar juntos el misterio más grande: la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Es en este sentido como al escuchar el relato de la Pasión presentado por Lucas notamos como Jesucristo se apasionó por el proyecto salvador de su Padre Dios ya que estaba convencido que valía la pena cualquier sacrificio con tal de cumplir con la voluntad de su Padre; es tal el convencimiento de Jesús que llegaría a dar la propia vida: "...se humilló así mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz" (Fl 2,8). Escuchar la narración de la pasión al comenzar la semana santa trae a nuestros corazones el recuerdo permanente que guardaron y transmitieron las primeras comunidades de creyentes al contemplar la coherencia de su Maestro y la absoluta convicción de su Señor en que Dios no abandona a quien plenamente confía en él. "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (Jn 23,46).
Trayendo a nuestros días y a nuestra vida el mensaje y el testimonio de Jesús que hemos escuchado en la lectura de la Pasión; podríamos decir que en la situación de inequidad, injusticia y deshonestidad que padecemos, priman intereses egoístas e intenciones que por debajo de la mesa no permiten que avancemos con coherencia en la construcción de la paz, haciendo que se pierda credibilidad en las instituciones, desencadenando violencia y muerte. Muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras por los “pecados” de los demás, ocultan sus propios errores en fachadas de prestigio y poder como los fariseos en tiempos de Jesús. Ya no necesitamos de un caudillo que aglutine y convoque a los ciudadanos para abuchear o aplaudir la gestión de los gobernantes o líderes sociales; nosotros, los cristianos, contamos con el ejemplo de Jesús que en este domingo de ramos nos enseña que los aplausos y alabanzas son pasajeras, que muchos de los que nos alaban luego nos traicionan; que el verdadero reconocimiento se gana por la humildad, la sencillez y el sacrificio hasta dar la vida por los otros como lo hizo el maestro.
Al reunirnos en este domingo de palmas a celebrar la vida de Jesús que se compromete hasta dar su vida por el proyecto de su Padre, estamos invitados a seguir de cerca al Señor y a no perderle de vista ni pasar por alto ninguno de sus comportamientos y palabras. Todas las actitudes de Jesucristo en esta semana, si son acogidas por cada uno de nosotros, podrán abrirnos caminos y dar luces acerca de la manera de vivir y construir un mejor País, una mejor ciudad, una mejor familia y por supuesto mejores condiciones de vida.
Celebremos con fe estos días y abramos nuestro corazón a Dios para que en estas circunstancias difíciles que nos ha tocado vivir y de las que somos responsables todos, podamos con Cristo sepultar el mal que desea dominarnos y resucitar con el Señor a una vida nueva, llena de amor misericordia y paz.
-Padre Ramón Zambrano-